miércoles, 10 de julio de 2013

Puesto que he sido invitado a escribir en esta ciberbitácora, con gusto acepto el exhorto.

"Cosas de gatos y gallos" es una expresión que casualmente está muy vinculada con mi vida...

Tuve la gracia de pasar mucho tiempo de mi infancia en la casa de mi bisabuelita, en la que también vivían mi abuelita y varias de mis tías.

Mi bisabuelita, una señora orgullosa, trabajadora, dueña de sus pasos y de carácter indomable, tenía un gran gallinero compuesto por la pila, la troja, el mueble donde las gallinas anidaban, el espacio donde dormían y un amplio sector para que se bañaran en la tierra; todo bajo el paraguas protector de un inmenso árbol de cas. A su vez, el gallinero estaba en un frondoso patio, colmado de verdor.

Supongo que por ser el mayor de sus bisnietos, y ser hijo de su nieta mayor, tenía libre acceso al gallinero; dicho de otra forma, ninguno de sus otros bisnietos estaba autorizado a ingresar. En honor a la verdad, creo que también gustó a mi bisabuelita, el empeño con el cual la ayudaba con las tareas diarias del corral.

Al día de hoy tengo el prístino recuerdo de los gallos cantando al despuntar el alba, así como el intenso e incesante cacareo de todos esos inquietos animalitos demandando su maíz...

Darles la comida, lavar la pila, barrer el aserrín con cuitas y espolvorear uno limpio, cuidar a las gallinas "borrachas" y después a los pollitos, así como recoger los huevos (a tenor del distintivo sonido con el que la gallina proclama su hazaña), eran mis principales tareas diarias.

Inclusive, tan familiar se tornó mi permanencia en sus dominios, que las gallinas y gallos se habituaron a mi intervención; tanto, que ya no huían de mí; tanto, que una hermosa gallina, ya madura, y con plumas oscuras tirando a vino, decidió ser mi amiga, lo cual demostraba durmiéndose en mis regazos.

Pero a mi bisabuelita, firme dueña de su reino, también le agradaban otros inteligentes, simpáticos, enigmáticos  e independientes animalitos: los gatos.

En otro sector del patio había una bodega en la cual, cada cierto tiempo, eran albergadas las gatas embarazadas; ahí mismo traían al mundo a sus crías. 

Y para aquél joven bisnieto eso era gloria; ¡tener tan cerca, con tanta frecuencia, tantos gatos! Dios, ¡qué felicidad!

Siento que mi afinidad con los felinos, grandes y pequeños, está en mi alma y genética (un detalle: nací bajo el signo astral del Tigre, según el horóscopo chino), pero ese contacto íntimo con la naturaleza felina, a tan corta edad, no fue más que la forma ideal de coronar una pasión que anida en mis entrañas; "soy un gatote", escribí una vez en Twitter, otra de mis adicciones...

Siendo así la historia, es curioso que tantos años después, por azar, gatos y gallos vuelvan a estar juntos; ya no en aquél patio y gallinero donde tantos lindos recuerdos cultivé, sino en esta ciberbitácora, auspiciada por   
varios compañeros tuiteros con aficiones similares.

Agradezco a Dios por las predilecciones de mi bisabuelita, y por la amena proyección que, a futuro, es recinto de estas palabras.

Compañeros tuiteros, muchas gracias por la invitación.

10 de julio del 2013.

  


















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